martes, 24 de julio de 2007

jóvenes Por siempre


Después de pasar gran parte de su vida estudiando y estar listos para poner en práctica los conocimientos adquiridos y aportar al desarrollo del país con su trabajo, algunos jóvenes optan por seguir invirtiendo en educación. No siempre se trata de un afán incontenible y condiciones espectaculares por el saber, si no que de una forma políticamente correcta de evitar la entrada al mundo laboral y, por cierto, de ser adultos. Aplazar el matrimonio y el trabajo pueden ser signos más claros de un temor a ser adulto, es decir, a asumir las responsabilidades que la adultez conlleva. ¿Será que el tan referido “cuando seas grande podrás...” no es tan atractivo para los jóvenes de hoy?De acuerdo a la doctora Mailin Ponce, psiquiatra de la Unidad de Adolescencia de Clínica Alemana Santiago, se trata de un fenómeno no estudiado, pero latente en la realidad nacional. Por eso, vemos especialmente en estratos socioeconómicos medios y altos, jóvenes de 24 e incluso 27 años que, conciente o inconscientemente se niegan a tomar el toro por las astas; pololean eternamente sin casarse, no pasan los ramos de susto a enfrentarse al mundo y no saber qué hacer, algunos ni siquiera piden trabajo “porque la cosa está tan mal...” y otros trabajan como enfermos porque tienen que juntar mucho dinero ¿para qué? No importa.
Detrás de esta situación la psiquiatra distingue dos factores: “Son muchos los elementos que influyen en este tema y estos corresponden a observaciones empíricas. La imagen que los jóvenes perciben de sus mayores es que los adultos lo pasan mal; trabajan todo el día, están siempre cansados y discuten mucho. Uno le pregunta a los niños sobre sus proyectos y no hablan de casarse, por ejemplo. Por otro lado, vivimos un cambio sociológico importante en nuestro país. El boom económico, modificó la calidad de vida en todos los niveles. Ese desarrollo económico no estuvo de la mano del de la cultura y valores, dos elementos claves. Los adultos entraron en este sistema, muchas veces gastando más de lo que podían o debían. El tener cobra más importancia, se crea una gran distancia entre el ser y el parecer, característica propia de los chilenos. Entonces, los adultos se transforman en un mal ejemplo a seguir para los jóvenes. Se habla de quiero darle todo a mis hijos, que no le falte nada, pero sólo en términos materiales. Como los jóvenes de hoy lo han tenido todo, incluso antes de necesitarlo, tienen poca capacidad de frustración.”Según la doctora Ponce los problemas económicos han hecho necesario mantener el sistema a costa de la familia, la pareja y poner en riesgo los valores. “Evidentemente que el desarrollo podría haber sido muy bueno por tener comodidades, pero sabiendo priorizar.
Con valores, ahora se sabría que el dinero es algo pasajero, pero el que yo sea honrado y generoso es per se, no depende de la economía. Si creo que soy valioso en cuanto tengo un gran auto y trabajo top, estoy mal. "El resultado de todo esto es el surgimiento de algunos jóvenes desencantados con la vida adulta, frustrados porque no se sienten capaces de asumir lo que les toca, ya que se suponía que debía ser fácil como el resto de la vida, y no creen poder alcanzar el nivel de recursos de sus padres debido a que el mercado ya cambió; no existen los sueldos que habían hace 20 años para un ingeniero comercial, por ejemplo. Por esto, la especialista sostiene que esta generación podría constituiruna sociedad muy distinta a la que conocemos: “Creo que el péndulo se va a ir para otro lado, vamos a volver a atrás. Esto traerá una sociedad diferente. Los pasos a seguir no estarán tan estandarizado como ahora. Seguramente habrá más gente que opte por no casarse y otros por una vida más simple y sencilla”.
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